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19 febrero, 2019ARTÍCULO DE OPINION DE CARLOS GARCÍA
Desde todos los medios y desde hace muchos años, nos vienen informando especialistas en medio ambiente, científicos y políticos, de cómo nuestro avance como seres humanos en cuanto estilo de vida y tecnología, está teniendo su efecto sobre el medio que nos rodea. Muy concretamente sobre el peligro de extinción de muchas especies del reino animal y vegetal como consecuencia del uso de muchas de nuestras costumbres. En verdad es preocupante la situación actual de una gran variedad de especies por culpa de nuestra falta de sentido universal. Sin embargo, está pasando desapercibido un efecto no menos baladí sobre el peligro de supervivencia y crecimiento demográfico de otras especies. Se trata concretamente de la “Lagarta”.
La Lagarta es una especie de origen animal, la cual se podría clasificar dentro del grupo de los parásitos, y es que estos ejemplares se caracterizan por parasitar el medio que le rodea gracias a las leyes que la especie humana crea para un supuesto bien social. Estas leyes están causando el desarrollo desenfrenado de estos ejemplares, muy parecido a lo que ocurre en muchas zonas de nuestro territorio con los jabalíes. Sin embargo y a diferencia, con estos últimos interviene la selección natural en su crecimiento poblacional.
Estos ejemplares, a primera vista, no se diferencian del resto de la especie. Pero si nos fijamos un poco de cerca, nos daremos cuenta que tienen un comportamiento bastante extraño. Para empezar y gracias a las nuevas leyes que algún sector político ha creado, la Lagarta pasa de un estado digamos, estándar, al característico estado parasitario, cambiando su modus vivendi y adoptando una actitud de total creencia de que todo le pertenece.
Generalmente, estos ejemplares se encuentran emparejados con otros del sexo masculino, ya que si se encuentran emparejados con individuos del mismo sexo, curiosamente esa transformación no se da a lugar, no se sabe por que razón, pero supuestamente se atribuye nuevamente a las leyes existentes que favorecen su expansión.
En cuanto la transformación comienza, estas suelen acudir a otros ejemplares especialistas, por lo general hembras, los cuales por un efecto de ósmosis, se van transformando cual gusano pasa del estado crisálida al de mariposa, luciendo una aparente belleza que no nos debe de engañar, puesto que bajo esas alas se esconde una maldad infinita.
A partir de entonces, despojan al ejemplar macho, de todas las posesiones, crías (si las hay) y derechos que tuviere, sumiendo al macho bajo un estado de total depresión causándole en muchas ocasiones la muerte por inducción al suicidio. Se caracterizan así mismo por carecer de un sentido de compasión, posiblemente causado por el anterior efecto osmótico. Así mismo, parasitan recursos del resto de individuos que para nada tienen relación con ella, acumulando beneficios económicos que le posibilitan una total despreocupación por su supervivencia.
Que conste que existe una notoria diferencia entre esta especie y su análoga la cual adopta una actitud muy similar pero totalmente razonada y cuyos derechos le corresponden y amparan totalmente, pero que el sistema jurídico no sabe diferenciar.
En fin, que nuestros avances en cuanto a lo social, en algunos aspectos parece que no es tal y ello causa la proliferación de algunas especies no muy deseables para la salud humana, y a las pruebas me remito.
Tenga usted cuidado, quizá tenga cerca una “Lagarta” y no lo sepa todavía.
Ya me lo decía mi madre: “hijo, ten cuidado no te vaya a pillar cualquier lagarta”. ¡Cuanta razón tenía mi madre!.
Carlos García.