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14 julio, 2023Artículo de opinión Gabriel Guillem
A menudo se ha empleado la imagen de las aguas de un río para representar la Historia, aguas que parecen mover las ruedas de nuestro tiempo, del presente, en las conmemoraciones de sus grandes momentos. Hay quien niega la enseñanza de la Historia y ve en la celebración de los hechos claves del pasado una inflamación nostálgica que por suerte sólo sufren unos pocos .
Sin embargo, hoy, en este julio de 2023, nos hallamos en una circunstancia social que hace del conocimiento, del traer de nuevo a nuestra memoria, un acontecimiento como la revuelta del Petrolio, un camino de reflexión, que tal vez, por desgracia, no conducirá finalmente a la conciencia que debería animar.
¿Cuál es esta conciencia? Que sólo sobre la justicia social se puede construir la paz, una verdadera paz. Si hace ciento cincuenta años habían llegado a Alcoy miles de personas, empujadas por el hambre que sufrían en sus lugares de origen, hoy son decenas de miles las que llegan a Europa, llegan a nuestras ciudades, también empujadas por el deseo de una vida mejor. Muchas son las que mueren en el intento.
Como en el siglo XIX, estas personas son hoy las más explotadas . Nos podemos quedar en el error de considerar el problema como un problema del “otro”, y que la solución pasa por hacerle invisible. Pero sólo a través de políticas de integración, a través de la educación y la mejora de las condiciones de vida, puede darse una verdadera respuesta a la compleja realidad que los grandes desequilibrios sociales producen en tantos países, entre ellos el nuestro.
Conmemorar un suceso como la revuelta del Petrolio debe ser también, siempre, un momento para posicionarse en contra de la violencia. Nunca la violencia y el derramamiento de sangre, nunca la violencia y la destrucción de la persona, a través de la degradación mediática de su dignidad.
Agustín Albors, el alcalde de Alcoy, muerto en el Petrolio, hizo uso a lo largo de su vida de la violencia como medio de acción política, al igual que la mayoría de sus contemporáneos. En 1844 intentó apoderarse del ayuntamiento por las armas, secundando a Pantaleón Boné; en 1856 reprimió con extraordinaria dureza y agresividad una huelga obrera y en La Gloriosa, en 1868, poco le faltó para asesinar a varios rehenes para lograr su objetivo de hacerse con el control de la ciudad. ¿Es víctima de su oponente quien es abatido en un duelo a muerte? Albors fue víctima, no de los obreros alcoyanos, sino de su propia violencia.
Alexander Herzen, años antes de la muerte de Albors, expresó en su obra “Desde la otra rilla” el sinsentido de tanto derramamiento de sangre como el que había teñido de rojo la historia europea del siglo XIX. Lo expresó con la imagen clara de un gran Moloch, al que se sacrificaban las vidas de los luchadores por abstracciones como la bandera, la nación, la clase, el partido, esperando que después de su muerte la tierra que les sepultaría sería más hermosa, sin llegar nunca a lograrlo y evidentemente, a disfrutarlo. Isaiah Berlin, cuya lectura me condujo a conocer a Herzen, defendía que “el fin de la vida es la vida en sí misma”. Cuánto dolor se habría evitado en el mundo de haber creído de verdad en estas palabras en estos últimos ciento cincuenta años. 13 de julio de 1997, quién podrá olvidar nunca.
Las aguas del tiempo son las aguas de nuestras vidas, existencias que se funden con las pasadas, en un mismo curso de la Historia. Lo hechos que sentimos como lejanos, no son más que las vivencias mal conocidas, que traídas de nuevo a nuestra conciencia, deben enseñarnos el camino hacia una sociedad donde la paz sea fruto de la justicia.
Gabriel Guillem,
Concejal del Partido Popular en el Ayuntamiento de Alcoy