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28 febrero, 2015ARTICULO RODRIGO PAÑOS JIMENEZ
Los atentados de París cogen al matrimonio Ripoll en el sofá de su casa. No pueden evitar sentir indignación por lo sucedido a la par que compasión por las víctimas. Empatizan con ellas y con sus familias. Los terroristas la han pagado con la redacción de la revista satírica, pero podrían haberlo pagado contra cualquiera, dicen en la televisión; incluso contra sus hijas, piensa el matrimonio. Todos estamos en peligro permanente, dice la tele. Después de varios telediarios, ambos sienten inseguridad, y cierto odio por los radicales islamistas.
Cuando dan la noticia, Paco está en la cafetería de la universidad. De repente, le vienen a la memoria los atentados del 11 S del 2001. Fue el hito que llevó Bush a inaugurar la guerra contra el terrorismo internacional. Los medios de comunicación crearon un clima de pánico que justificó la “misión humanitaria” (como dice la neolengua) de la OTAN en Afganistan; y después en Irak, aún con más de media España en contra. La OTAN no llevó allí la paz ni la democracia con su “guerra preventiva” (concepto neolingüístico en conflicto con el Derecho Internacional): se llevó la riqueza, el petróleo y la esperanza de futuro de la gente. La población de aquellos países, sigue rumiando Paco, no nos tiene nada que agradecer, pues desde entonces están sumidos en una espiral de violencia (“daños colaterales”, diría la neolengua). Igual que Libia y Siria, entre otros. ¿Cuál será la siguiente misión humanitaria de la OTAN?
La señora Rosario se entera al día siguiente de los sucesos. Se lo comenta su amiga Lola en la mesa camilla de su casa, dándole vueltas a la cucharilla del café: “los musulmanes no son gente de fiar, son fundamentalistas. Las mujeres llevan la cara tapada. Los hombres miran mal a la gente. No quieren saber de nuestras costumbres. Quieren que todos creamos en Alá. Dicen en la tele que nos quieren invadir”. Rosario al final queda convencida, hace falta mano dura contra ellos, como está proponiendo en Francia Fuerza Nueva, el partido de Marine Le Pen o el movimiento alemán islamófobo Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente). “La pena de muerte, si hace falta”.
Por supuesto que estoy a favor de la libertad de expresión, murmulla Rubén para sus adentros mientras sigue sus labores de oficina. Incluso a favor de la libertad de expresión de una revista, como Charlie Hebdo, que en ocasiones aviva el odio ajeno y la xenofobia. No creo que pueda decir lo mismo el gobierno del Partido Popular, que acaba de aprobar la Ley Mordaza para infundir miedo a que los ciudadanos se manifiesten por sus derechos. Lo mismo cabe decir de la Audiencia Nacional, sigue hablando para sí Rubén, que ha imputado al humorista Facu Díaz por realizar una parodia sobre el Partido Popular.
Carla se informa por internet de la catástrofe. Se ha levantado toda una oleada de alarmismo, piensa. Cuando conoce que los principales dirigentes europeos se han manifestado a favor de la paz siente una profunda indignación e impotencia. La población palestina (por no nombrar la de Yemen, Libia, Siria o El Congo) está siendo masacrada día a día desde hace años (el mismo día de los atentados de París un atentado mató a 37 jóvenes en Palestina), este año van más de mil civiles inocentes muertos por parte de Israel y ningún dirigente Europeo se ha manifestado en contra. Los muertos europeos valen más que los de otros países. Qué hipocresía de Occidente, concluye Carla.
La señora Consuelo está conmovida. Todos somos Charlie Hebdo, interioriza con fuerza en su sofá mientras escucha en televisión el relato de los más allegados a las víctimas. Se tranquiliza un poco, cuando escucha a los dirigentes europeos decir que hay que adoptar medidas contundentes contra los yihadistas. Y más aún cuando el gobierno anuncia un pacto con el PSOE. Hay que controlar Internet, los aeropuertos, las redes sociales. Hay que cerrar fronteras nacionales. Hay que endurecer el Código Penal. Todo por la paz, la tolerancia, la libertad y la democracia.
Rodrigo Paños Jiménez
